miércoles, 13 de enero de 2010

Tailandia. Sólo de paso.





Postal de Tailandia. (Imagenes de Juan Carlos)

El 7 de diciembre del 2009 volamos de Kolkata hacia Tailandia. En realidad, sólo fuimos de paso porque a la hora de checar los precios de aviones ese destino era el más barato y cercano a Camboya, el siguiente país en el proyecto. Juan ya había estado ahí varias veces, pero para mí era la primera vez y era un lugar que siempre había querido visitar. La razón era la gente, pues los thai que había conocido tenían, para mi gusto, las sonrisas más hermosas y los corazones más cálidos.

Mapa del viaje (para agrandar, hacer click)
Así pues, aterrizamos en Bangkok pensando quedarnos por quince días, de los cuales ya habíamos destinado algunos para conocer la capital, otros para tomarnos unas vacaciones en Ko Samet y finalmente hacer una visita importante a Wat Lan Koud, un templo construido con botellas de vidrio y que por mis intereses en el reciclaje creativo, ambos encontramos interesante.

La capital fue una gran sorpresa. Es un lugar limpio y muy tranquilo -quizá más cuando se viene dejando detrás el caos de la India-. Las calles están vivas a la gente, por todos lados abundan los establecimientos comerciales pero sobre todo los puestos callejeros con comida exótica. El escenario urbano es impactante, sobre todo en las complejas estructuras que han creado para el desplazamiento de vehículos y gente en la ciudad. Un sistema de metro y tren aéreo, como ellos le llaman y que en cierto momento esa atmósfera súper desarrollada, daba la sensación –y vértigo- de estar en una película de ciencia ficción.


Centro cultural de Bangkok (Foto:Juan Carlos)


Con el intento de ahorrar, preguntamos por un lugar para comprar comida y cocinar. Un hombre de Estados Unidos nos recomienda Paragon City, un centro enorme dividido en más de siete pisos, cada uno con una sección de ventas específica y en el cual se puede encontrar no sólo lo que estás buscando, sino lo que jamás pensaste encontrar. Estábamos en la raíz de los problemas ambientales -por lo tanto sociales- de nuestros tiempos: el consumismo. Después de platicarlo, coincidimos en que este era uno de los centros comerciales más sofisticados en que ambos habíamos estado, sin embargo, nos dábamos cuenta, esto es sólo una pequeña parte de un sistema económico que se basa, precisamente en que la gente consuma en mayor medida, lo que está bien, como dice Juan, si y sólo si viviéramos en un planeta con recursos ilimitados. Pero lamentablemente no es el caso y esos espejos de la realidad nos dejan a los dos con un triste pesimismo mirando desde el segundo piso a todos esos carros japoneses último modelo.



Monje budista tailandes (foto: Juan Carlos)


Al terminar nuestras visitas a los varios templos que hay en Bangkok y otros lugares turísticos, Juan y yo nos vamos a la playa. El camino fue corto y fácil de llegar. Juan me había contado de este lugar. En sus palabras, era una isla tranquila con playas turquesa y arena blanca, en la cual se podía rentar un bungaló y comer comida de mar por poco dinero. Mis deseos de llegar a ese paraíso eran demasiados y mientras íbamos en el barco hacia la isla, iba creando exóticas expectativas pero cuando llegamos Juan estaba profundamente desilusionado pues como era de imaginarse, en doce años el lugar había cambiado drásticamente, siendo ahora un complejo turístico que se había apoderado ya de las playas y las había puesto a disposición del turista en su mayoría europeo. Finalmente estábamos ya ahí y tendríamos que disfrutar ignorando lo que nos molestaba. Haciendo eso, frente a nuestros ojos el escenario era completamente hermoso, el mar, la arena y tiempo para disfrutar una merecida luna de miel en medio de un ya estimulante viaje juntos. ¿Qué más podíamos pedirle a la vida? Si, que desapareciera el turismo abusivo e invasivo del mundo, pero, una vez más, ¿qué somos nosotros –aunque no nos guste- sino parte de esos, a los que llaman turistas? Quizá viajeros, que como dice Silvio Rodríguez, “no es lo mismo pero es igual”.

Bebe en la playa (foto: Juan Carlos)


Pasados los cinco días en la playa (quedarnos más subía nuestro presupuesto), con un aire más tranquilo y con el sol en nuestra piel, tomamos un camión hacia Si Sa Ket, la ciudad en la que sabíamos se encontraba Wat Lan Koud, el templo de botellas. El camino no fue nada fácil, en parte por el nulo Thai de nosotros y el escaso Inglés de los Thai y en parte también por el pobre sistema de transporte que hay en las provincias de Tailandia. Finalmente gracias a la disposición y ayuda de los siempre sonrientes tailandeses, quienes entre señas y risas se hacían entender llegamos al lugar.


Wat Lan Koud, el templo de botellas (foto: Juan Carlos)


Contrario a otras experiencias, las expectativas que teníamos los dos del templo quedaron superadas por el tamaño, belleza y sobre todo por la oportunidad de apreciar frente a nosotros millones de botellas de vidrio de diferentes formas y tamaños, adornando las paredes del templo. Pisos, puentes, pilares, casas, baños, centros de convivencia común de los monjes e incluso el tanque de agua estaban hechos bajo la misma técnica: botellas pulcramente incrustadas con cemento en la pared, embonando y alternando los colores de las botellas y con ellas haciendo formas y patrones; y como si fuera poco, murales y ornamentación formados con corcholatas. Pero sin duda alguna, el templo principal es el que se lleva la mayor ovación, ubicado en el centro de un estanque de peces, con un clásico estilo arquitectónico tailandés, paredes de más de diez metros de altura y con unos techos que impresionan por el cuidado detalle y la precisión con la que los cuellos de las botellas terminan con el toque exacto de los techos tradicionales en los templos en este país.

Casa de un monje budista(foto: Juan Carlos)


Supongo que para cualquiera que aprecie la creatividad este lugar es impactante, pero para mi que como directora de arte y como ambientalista esta visita fue bastante especial, pues a lo largo de mi carrera he descubierto en el reciclaje creativo, una solución a uno de los muchos problemas que como humanidad estamos enfrentando: el de la basura. Ahora, frente a nosotros estaba una comunidad budista que erigió un templo con botellas en todos sus rincones; una prueba más de que cuando se piensa en hacer de la basura algo útil, se pueden hacer cosas no sólo funcionales, sino estéticamente admirables.

Wat Lan Koud, el templo de botellas (foto: Juan Carlos)


Wat Lan Koud, fue una visita que los dos disfrutamos mucho. No así el camino hacia la frontera con Camboya, que en algún momento parecía imposible y que después de mucho preguntar, muchas señas, muchas frustraciones y muchos regateos, pudimos acordar que al día siguiente nos llevaría una camioneta particular. Era la única forma de llegar a la frontera, pues como ya lo había mencionado, el desarrollo y vanguardia que se aprecia en Bangkok, no es para nada una realidad que se viva en las provincias, en las cuales apenas hay camiones conectando con las ciudades principales.

Piso hecho de botellas (foto: Juan Carlos)

1 comentario:

  1. Nena cada vez mas feliz de darme cuenta de todo lo que haces!! me encanta su trabajo. soy su FAN!!! Obvio te seguire en este viaje!!!

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