domingo, 10 de enero de 2010

El viaje por la India


Mandala de la India (Yela)


Advertencia: El texto esta muy largo -fue inevitable- por lo que ha sido dividido en tres partes para mayor comodidad al leerlo, gracias.

Como hablar de la India sin hacerlo con la falta de pudor que éste país tiene también para mostrarle al mundo su caos y sus contradicciones, su profunda cultura y sus deleites sensoriales; sus complejidades y simplezas; sus excesos y restricciones propias de tantos años de construcción de identidad y de tanta, tanta gente habitando el mismo territorio. Pero sobre todo, tengo que advertirlo, en estas letras abunda la subjetividad y relatividad de tener simplemente un punto de vista, producto de apenas una ojeada a una cultura vasta y prolija, que como he mencionado antes, se manifiesta en una caótica contradicción y complejidad.
Y es que así brotan las ideas cuando me siento a escribir este capítulo del viaje. ¿Cómo acomodar la información? ¿Cómo darlo todo sin que sea mucho para ti que lo estas leyendo? ¿Cómo invitarte a quedarte en este viaje narrado, que espero evoque tus sentidos y emociones? Y es que deseo que, como a nosotros, este país te desborde, te toque y te deje con ganas de más.
En el intento de ponerlo todo brotan muchos detalles y aunque he hecho una selección de los temas, termina predominando en el texto una estructura narrativa interrumpida por las reflexiones que brotan al encuentro –y que hemos decidido distinguir en cursivas-. Finalmente esta es la naturaleza de este texto, uniendo ideas con descripciones de hechos y pensamientos.


Mapa del viaje (dar click en la imagen para agrandarla )

Primeras impresiones.
Así pues comienzo este viaje con muchas expectativas. Al asomarme por la ventanilla desde el avión se empieza a ver Mumbay. Una mancha urbana se desparramada a la orilla del mar. Desde la distancia se dibujan palmeras y edificios. A medida que el avión va bajando distingo con mayor nitidez pequeñas y frágiles casas de lámina. Habiendo aterrizado salimos del aeropuerto y nos pega una brisa de calor denso y húmedo. Pagamos un taxi y pedimos que nos lleve a la zona de hoteles baratos. Durante el largo viaje y con mis sentidos vírgenes y ansiosos de esta cultura, me voy sorprendiendo de la gran complejidad de este país dejándome ya sus primeras impresiones:


-El tráfico-


El camino al centro fue largo, caliente y pesado. El tráfico de esta ciudad es bastante particular pues en una grande avenida caminan viejos, mujeres con sus hijos, hombres llevando carretas llenas de bultos, mientras bicicletas y motocicletas con, a veces más de 3 personas, van zigzagueando por la calle, abriéndose paso entre los coches, los Rick shaws (moto y bici Taxis), camiones de carga y púbicos; y, por si uno cree que lo ha visto todo, en media avenida de la cuidad, aparece una carreta jalada por bueyes. No hay espacio vació, todos los espacios están llenos. De pronto pongo atención a la parte trasera de algunos vehículos y noto un letrero que dice: “horn*ok*Please”.
Mi atención se desvía del tráfico después de casi dos horas de haber estado dentro del rio de vehículos. Hemos llegado al centro de Mumbai. Nos bajamos del taxi y ahora tenemos que encontrar un lugar en el cual yo me quede esperando con las maletas, mientras Juan busca un hotel lo suficientemente bueno y barato para poder pasar la noche. Mientras camino escucho.


-El ruido-


En India el ruido es un protagonista constante. Difícilmente uno se encuentra en un lugar en el que principalmente los coches y motocicletas no estén anunciando su camino. En la India se maneja de oído. El claxon es sin duda, una herramienta tan útil –si no es que más- como el retrovisor o las direccionales. De igual forma las llamadas constantes de los comerciantes y choferes ofreciendo sus servicios, se combinan con las encendidas conversaciones -que por alguna razón los oriundos mantienen en un tono encendido que a veces pareciera más bien un pleito-. En el fondo siempre hay música –la mayoría de las veces pop hindú- que viene de las radios y televisiones. Los ruidos siempre abruman los apagados silencios.
Al principio, todos los sonidos anegan la atención, pero como todo, poco a poco el oído se va acostumbrando y se vuelve selectivo, al fin, estando parada en el corazón de Mumbai, capital económica de este subcontinente, inevitablemente, algo nuevo siempre llama la atención y a la reflexión.


-Una sociedad pública de hombres-


Hemos llegado a un restaurante popular en el cual decidimos yo esperaría. Estoy sentada sola y no sólo soy la única mujer en medio de muchos hombres, sino además, evidentemente extranjera. Nadie se acerca, pero todos miran. No tienen pudor alguno en clavar la mirada, me siento nerviosa e insegura, pero con el tiempo en este país descubro que no es que sea yo, sino que soy mujer y en esta sociedad es difícil mirar a las mujeres en la calle.
El papel de la mujer, salvo alguna excepciones, esta en el hogar, la vida pública le pertenece a los hombres. Si acaso, se pueden ver algunas en grupo haciendo compras o tratándose de las clases sociales más altas, en un café o durante el desayuno. Pero me atrevo a decir que de 10 personas que se ven por la calle 1 o 2 son mujeres; los negocios, las oficinas, los servicios, públicos y privados en su gran mayoría son atendidos por hombres.
Aturdida por mi primer choque cultural, decido ponerme a escribir en mi diario. Pido un té y empiezo a escribir con el mayor deseo de perderme-protegerme en la letra, mientras llega Juan. Un chico trae una taza pequeña, le doy el primer sorbo y llega a mí el primer sabor auténtico de la India, el té chai.


-Los sabores de la India-


A partir de ese momento comienza una relación más cómoda con esta cultura: la comida, las bebidas… ¡los sabores de la India! entonces las cuestiones de género, el tráfico y el ruido pasan a otro plano. Y permítanme, tengo que decirlo, nada es simple en la India, ni el sabor de un té o un lassi, ni siquiera los más cotidianos de los platillos carece de una compleja combinación de especias y verduras que son la mayoría de las veces un verdadero deleite, sobre todo para el estómago vegetariano –como el nuestro-. ¿Qué decir entonces de los exóticos y picantes platillos del sur de la India, los masalas, currys, thalis y pharantas? Y sin duda alguna, queda aun todo aquello que no probamos ¿Cómo hablarte de las reacciones del paladar al ir descubriendo tantos sabores tan bien combinados? Y es que, una cultura tan vieja -y en su mayoría vegetariana- como esta, ha logrado hacer mezclas de sabores que a través de los años se han ido perfeccionando y que –repito- desde mi punto de vista se convierten en un paraíso al gusto.
Ya instalados, la cotidianeidad del viaje se da bajo la necesidad de salir al amanecer y al atardecer, cuando el sol ofrece la mejor luz para las fotografías. Así, día a día fuimos caminando las calles de los lugares que visitamos, primero de Mumbai y en nuestro recorrido por otras ciudades y pueblos, pero siempre era común que la nariz pasara de un olor a otro.


-Los olores de la India.


Dentro de los contrastes más fuertes es el inevitable encuentro de olores. Si, en este país por alguna razón la gente orina en las calles. En algunos casos hay espacios dispuestos para eso, pero un número importante de hombres lo hace en los espacios públicos: banquetas, calles, estacionamientos, escaleras, etc. Eso hace que caminar por algunos lugares sea difícil. Es común, si, pero tampoco es la constante que distingue el olfato, después de un tiempo se descubre saltando de nota en nota, desde los olores penetrantes, hasta los perfumes y esencias hipnóticas que provienen de los inciensos y aceites naturales. Los templos repletos de flores dan también aromas frescos, así como los negocios de comida preparada soltando sus vapores cargados de especias.
Ya a estas alturas del viaje, he descubierto que nada es blanco y negro, pero la India, sin lugar a dudas maneja una amplísima gama de estímulos, desde los más seductores, hasta los más desagradables, analogía perfecta de la vida.


Un oasis en el desierto.
Después de casi una semana en Mumbai y con cierta urgencia de salir de la ciudad, nos dirigimos hacia Pushkar, un oasis y centro de peregrinación hindú que se encuentra en Rajasthan, al noroeste del país. Tomamos un tren por 17 horas a Ajmer, de donde tomamos un autobús de 15 minutos hacia nuestro destino final. Llegamos de noche y directos al hotel, por lo que el impacto con el lugar se daría después de haber descansado. Aquí tengo que decir que mis expectativas eran muy altas, pues Juan que ya había estado ahí años atrás, me había hecho una imagen que el paraíso tranquilo que esperaba encontrarme distó mucho del paraíso turístico que ahora estaba frente a mi.

-Un lago sagrado seco por contaminación-


Según cuentan los Brahmanes del lago, este lugar es sagrado porque Brahma, dios hindú de la creación, hizo brotar de una flor de loto el agua del lago sagrado. Así pues, durante muchos años, millones de hindús han hecho su camino hasta este lugar y construido hermosos templos alrededor de este lago. Sin embargo, el año pasado (2009) el gobierno decidió secarlo debido al alto nivel de contaminación del agua. Al parecer, las estatuas y figurillas que los feligreses han sumergido por tanto tiempo, desprenden químicos que fueron contaminando el lago hasta que tuvieron que tomarse medidas al respecto. Asimismo dicen que escavarán más profundo y que lo volverán a llenar, solo falta ver si esto resulta. Sin embargo, la realidad me deja pensando en el ser humano acabando, por una razón o por otra, con los recursos naturales –y religiosos-. ¿Qué pensarán los hindús de ver el lago que por años concentró la fe de tantos, convertido en un bache seco, lleno de basura donde sólo transitan las vacas? ¿Qué hacemos los seres humanos que ahora ni nuestros lugares sagrados se mantienen libres de nuestro impacto y aún así, parece que no reaccionamos?
Con esa imagen del lago, recorro las calles pequeñas del pueblo. Las casas están todas pintadas del mismo azul claro y los templos, van desde los más suntuosos hasta los más sencillos. Es un pueblo pintoresco, la gente tiende sus ropas en las ventanas y hace su vida en las calles, las cuales cercanas al lago, están principalmente destinadas al turismo.
Todo parece un circo estilo oriental hecho para occidentales. La artesanía dispuesta para el comprador y el mercader agudo instiga y, hostiga a cualquiera que vaya pasando. En este pueblo la vida cotidiana que se percibe, gira alrededor del turismo. En realidad alrededor, del dinero. Pero ¿a quién culpar? ¿al turista que quiere asomarse a los bellos lugares del mundo o a la gente que ve en eso la posibilidad de ganarse la vida?
Con el tiempo me acostumbro a lo que veo y reacciono a los estímulos, sobre todo cuando las mujeres pasaban por la calle aleteando los bellos colores de sus ropas, entonces, se encendió en mi con más fuerza mi deleite visual, pues para mi los colores son el regalo más grande que Dios le puso a la vida y aquí, especialmente abundan.


-Los colores, formas y texturas-


Amo India, la gente aquí usa los colores sin miedo. Se atreve a usar los rojos más intensos, junto a los amarillos chillantes y así con las combinaciones más agudas en las telas más diversas. Aquí generalmente son las mujeres quienes se adornan con los colores y las texturas sin embargo, también se ven en los turbantes de los hombres. Los murales hechos de tinturas minerales y florales adornando los rincones. En los camiones, en los coches, en los pequeños establecimientos y en los grandes, en el mercado, en todos lados se desbordan los colores, formas y texturas. Y ahí esta uno, simplemente siendo testigo del uso del color en todo su apogeo. Un brebaje para quienes, amamos la gama que adorna la vida.
Estando en Pushkar, después de haber grabado y fotografiado a Anita (la séptima niña del documental), Juan y yo decidimos invertir para nuestro futuro en México, así es que pasamos una semana escogiendo “mercancía” (ropa, textiles, decoración y accesorios). No obstante, con tan sólo una semana de checar precios, ir a las tiendas, buscar la mejor mercancía, hacer un inventario y demás menesteres, nos dejo algo fastidiados. Así pues al enviar los 4 paquetes repletos a México, dejamos Pushkar con la idea de no volver en mucho tiempo. Tomamos un camión hacia Agra, donde tendría la oportunidad de ver por fin el Taj Mahal.


-Taj Mahal-


Llegamos a Agra a las cinco de la mañana, buscamos un hotel e inmediatamente tomamos un Rick Shaw bicicleta. El escenario que se dejaba ver desde el camino era especial. Por la hora, casi no había gente ni coches en la ciudad. El día comenzaba a clarear entre la neblina. Cuando llegamos al lugar, atravesamos un parque, y unos edificios color marrón comenzaron a aparecer. Para mi eso ya era suficientemente bello y robaba toda mi atención. Pagamos los $20 dlls de la entrada e inmediatamente Juan me pidió que cerrara los ojos. Así lo hice y me deje guiar por él una gran parte del camino. Siguiendo sus indicaciones llegamos a donde por fin me dijo que abriera los ojos. Imponente frente a nosotros estaba la perfección soberbia edificada en mármol, la pulcra simetría producto del trabajo humano. El cuadro era perfecto, amanecía y todavía quedaba la neblina ambientando el lugar. Miles de turistas llegaban y sin poder evitarlo, callados observaban de lejos el ostento del lugar.
Nos acercamos y pudimos ver tantos detalles cuidados, incrustaciones de piedras preciosas en la ornamentación, mármol tallado, pulido y esculpido con una precisión escandalosa. Y en el centro, la tumba de una mujer, pasión y pretexto que erigió lo que ahora es considerado una de las maravillas del mundo moderno.


Delhi, Varanasi y de reversa…
Absortos, salimos del lugar llegamos al hotel a descansar y al otro día, temprano salíamos en tren para Nueva Delhi, donde a través de Hospitality Club, nos esperaban nuestros anfitriones, Meera y Ashwani. Sus atenciones fueron muy especiales los cuatro días que estuvimos en su casa. Con ellos tuvimos la oportunidad de tener un verdadero intercambio cultural a través de conversaciones, fotografías y compartir experiencias. Con ellos encontramos lo que en realidad estábamos buscando, la oportunidad de conocer la intimidad del hogar hindú. Por el mismo medio, conocimos a Sonny, un joven Sikh con quien además de haber ido a varios lugares (que sin la ayuda de un local no hubiéramos conocido), pudimos conocer otro punto de vista del mundo a través de largas y especiales conversaciones. Sonny reafirmó en nosotros el sentido de hospitalidad y servicio que tiene la gente de la India.


-la gente, tanta gente-


India es el segundo país mas poblado del mundo. Aquí hay millones de personas tratando de sobrevivir en esta selva de problemas de género, pobreza, insalubridad y desarrollo entre otros. Todos luchando por la vida diaria y en la lucha, todo se vuelve posible. En la calle viven familias enteras, apoderándose de los lugares públicos por la noche. Hay drogas e inconveniencias propias de la vida de la calle, en contraste con los edificios majestuosos de las oficinas de gobierno y –sólo por poner un ejemplo- las mansiones que están a disposición de las embajadas y sus diplomáticos son tan grandes y aparatosas que para los que han caminado en las calles, al lado de la miseria, resulta una inverosímil grosería. En la India, como en el mundo, la desigualdad social y económica es grotesca; el rico, encapsulado en su auto último modelo y con aire acondicionado va abriéndose paso entre los tumultos constantes que hay por todos lados: los trenes, los buses, las calles, las casas, todo lo que se desborda de gente y de problemas.
Una par de cosas que al ajeno termina por molestar de los hindús son: primero, la curiosidad manifiesta; se haga lo que se haga, si se ve interesante a sus ojos, siempre habrá por lo menos un par de ellos cerca, muy cerca. Y la otra, es que muchos de ellos tienen como costumbre sacar siempre una ventaja económica. Así termina siendo cansado: buscarle los pies a todo y cuidándose de los detalles y de las obviedades de abuso que son constantes en la relación del viajero con el oriundo. Sin embargo esto siempre tiene en contraste la sonrisa, la hospitalidad y sobre todo, la tranquilidad que esta sociedad ofrece. El hindú tiene cierta gracia, frescura y sobre todo cierta alegría que termina por seducir al extranjero y lo saben, y lo usan.
Después de una semana de estar en Delhi y tener un acercamiento más profundo con la gente, Juan y yo salíamos hacia Varanasi, la ciudad mas sagrada a orillas del Ganga, el río sagrado. Llegamos en tren y enseguida buscamos el hotel donde Juan se quedaba siempre que iba. Las calles son tan pequeñas que difícilmente caben vehículos. Eso la vuelve mucho más silenciosa y por lo tanto, en medio de tanto ruido y tanto caos de otros lugares, el silencio y la tranquilidad son protagonistas de la búsqueda de muchos por aprender música, yoga, meditación y arte hindú. Varanasi ofrece vistas hermosas al rio adornado con exóticos sadhús –hombres sabios- en ceremonias religiosas. De las pequeñas escuelas de música, brotan melodías de cítara, tabla y flautas.


-El error de Anita-


Varanasi era un lugar para quedarse y así lo teníamos planeado pero un día mientras respaldábamos la información del documental, Juan descubre que grabó encima de la entrevista de Anita. Era claro que tendríamos que regresar pues habíamos prometido e involucrado ya a Anita, ella sabía que era la séptima niña del documental y no había moralmente posibilidades de que fuera otra. Nuestros ánimos fluctuaban entre la culpa y la frustración, pero finalmente aceptamos que fue mejor habernos dado cuenta aun estando en India, que en otro país o peor aún, ya en México.
Así pues, volvemos en tren a Jaipur, de Jaipur a Ajmer y finalmente después de 1000 kilómetros a Pushkar de nuevo. Ahí contactamos a Deepu y acordamos otra entrevista con Anita. Tanto a ella como a nosotros nos dio gusto vernos de nuevo; con mucha más agilidad y frescura grabamos la entrevista de nuevo y nos despedimos de ella. Esa misma noche respaldamos la información para estar más tranquilos.
Finalmente, el error terminó convirtiéndose en una bendición, pues Rajasthan nos regaló un colorido espectáculo que ni Juan con su cámara, ni yo con mis sentidos podremos olvidar. De un recorrido casual por el oasis, de pronto notamos que una novia estaba a punto de salir a su boda, el grupo de mujeres colorida y tradicionalmente ataviadas bailaban en celebración. Ambos quedamos inundados por tanta belleza y lo expresamos como mejor sabemos hacerlo los dos, así nació las mariposas de Rajasthan, un audiovisual con imágenes de Juan y letras mías.
Al otro día dejamos Pushkar, esta vez sabíamos que no volveríamos –al menos por un tiempo-. Nos esperaban largas jornadas de viaje. Primero nos fuimos en autobús a Delhi, donde pasamos una noche y en la cual casi incendiamos el hotel por un incienso que dejamos prendido antes de irnos a desayunar. Al regresar el colchón del hotel estaba parte en brazas y el humo se estaba saliendo a bocanadas del cuarto. Afortunadamente volvimos antes de lo que esperábamos volver y pudimos evitar que algo peor pasara. Sólo un susto que ahora nos sigue produciendo una risa nerviosa cuando reconocemos que estuvimos a punto de incendiar el hotel.
De Delhi tomamos un largo e incomodo viaje de más de 24 horas hacia Kolkata, donde pasaríamos la última noche antes de tomar nuestro avión a Tailandia.


-dejar India-


Muchas veces Juan y yo dijimos estar cansados del caos que pondera en la India, pero antes de salir, ambos estábamos tristes, en los espacios de silencio –en los que cada uno repasaba los momentos vividos en ese lugar- surgían exclamaciones nostálgicas: “Ya nos vamos de la India”. No es fácil dejar la India detrás, supongo que una persona que viene a este país queda tocado en tantas dimensiones que, siempre habrá cierta nostalgia-alegría que coloreará el recuerdo de haber estado aquí.
Mientras vamos despegando pienso que quiero recordar siempre este momento. No dejar la intensidad vivida aquí guardada en la memoria. Pienso en el mundo que brilla con sus profundas, exóticas y diversas culturas vibrando mientras manifiestan sus costumbres y colorean los sentidos. Quiero seguir mirando hacia dentro mientras voy viviendo el mundo y reflexionando al ser humano. Juan dice que lo mejor esta por llegar, esto en sí es ya mejor que muchas cosas que he vivido.

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