Mostrando entradas con la etiqueta Yela. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Yela. Mostrar todas las entradas

domingo, 3 de enero de 2010

Escandinavia, un cálido viaje por frías regiones.


El 16 de octubre de 2009 tomamos un ferry de Helsingor a Helsingborg. Durante los veinte minutos que dura el trayecto nos despedíamos de Dinamarca y de IPC. Ambos estábamos invadidos por sentimientos encontrados: por un lado, cada uno iba despidiéndose con tristeza de los afectos que se fueron construyendo en ese país, principalmente en IPC; y por el otro, el corazón emocionado, pues finalmente estábamos empezado juntos un viaje por el mundo. Eso implicaba estar a punto de recibir muchos estímulos tanto para nuestra relación, como en lo personal, pero sobre todo, sentíamos ya la satisfacción de encender los motores para terminar la segunda parte de “Doce” .
Nuestro viaje por Escandinavia estaba estructurado bajo la idea de gastar la menor cantidad de dinero posible (ya que el norte de Europa es muy caro) así que teníamos toda la disposición y habíamos hecho ya algunos contactos para que Juan presentara Gaia (una platica desarrollada a través de varios audiovisuales de diferentes lugares del mundo que, en su sentido más profundo, invitan a la reflexión de un planeta en crisis). El primer lugar donde se haría la presentación sería en Tomelilla, Suecia, en Österlens Folkhöskola, en donde un grupo de estudiantes se preparaba para un viaje a África. Ahí fuimos recibidos y tratados con una cálida hospitalidad por parte de Göran Göransson, un agradable profesor quien es responsable del área Estudios Africanos en dicha escuela. La presentación fue dada a sus alumnos y después tuvimos la oportunidad de conocer un poco más a Göran, quien a través de la plática nos fue convidando un poco de su trabajo profesional y de su pasión por la gente y las condiciones que habitan el continente africano. Sin duda alguna ambos nos despedíamos de él al día siguiente -después de haber desayunado juntos- con un buen sabor de boca y un profundo agradecimiento por todas sus atenciones.
El siguiente movimiento lo hacíamos en avión desde Malmö hacia Estocolmo. Y tengo que decir que cuando aterrizamos en el aeropuerto y en la medida en la que el centro de la ciudad capital de Suecia empezaba a aparecer, yo quedaba desbordada por la belleza que en todas direcciones descubría. Quizá fue por mis pocas expectativas y que aunado al momento del día, en el cual todo lucía con un toque mágico por la niebla, el frío, la brisa de una lluvia ligera pero constante y los grises con verdes de los edificios enmarcando el panorama. Caminamos por las calles empedradas cercanas al muelle donde partiría nuestro ferry hacia Turku, Finlandia. Estuvimos poco tiempo ahí, pero al saberlo yo disfrutaba más el recorrido que para mi suerte, lo hacíamos en el distrito del arte. Indudablemente, Estocolmo me sorprendió y dejó en mí el deseo de conocerle en un futuro más profundamente, quizá… ojalá.
Ya a bordo en el barco -un monstruo impresionante de más de 8 pisos, con tiendas, casinos y bares a disposición de la tripulación- ambos comenzábamos a crear expectativas para Finlandia. Pero, ¿Por qué Finlandia? ¿Por qué nuestra insistencia en conocer uno de los países más fríos y caros, si éste no estaba dentro del proyecto? Probablemente la respuesta es nostalgia. En la vida de Juan, Finlandia es un capítulo muy importante, pues fue precisamente ahí que él se formó -o quizá se descubrió- a sí mismo como profesor de una Folk High School en Viittakiven Opisto y en donde obviamente había dejado muchos amigos y personajes importantes en una historia que yo quería descubrir y que él estaba dispuesto a compartir conmigo.
El recuento comenzó en Turku, antigua capital del país. Entonces, tres cosas sabíamos: una, que nos quedaríamos en casa de una ex alumna y amiga de Juan, Emmi, quien se encontraba haciendo un viaje en bicicleta por el norte del país con su novio; dos, que Juan haría una presentación en Paasikiven Opisto, una escuela de diseño y fotografía; y tres, que visitaríamos Estelle un barco de vela y un proyecto de comercio justo que lleva más de veinticinco años construyéndose -y reconstruyéndose- y qué, precisamente ahora tiene los ojos y el corazón puestos en zarpar hacia México. Lo primero fue fácil, llegar a casa de Emmi y en la cual en cuestión de horas, ya nos sentíamos cómodos. Lo segundo: la presentación en la escuela fue bastante buena pues los alumnos atendieron con mucho interés. La tercera, sin embargo, fue bastante difícil pues fuimos al barco y no encontramos a nadie, al otro día fuimos a las oficinas y unos voluntarios nos dijeron que el director del proyecto no se encontraba. Lamentablemente fue imposible conocer más profundamente ideas e intenciones del proyecto de viaje a nuestro país. Fue así que sin éxito en esto último, decidimos irnos hacia Helsinki.
Ya estando en la capital buscamos un departamento que un amigo de Juan nos ofreció y él cual, con el tiempo se convirtió en una cálida base que nos permitía aparte de dormir y protegernos del cada vez más fuerte frío; cocinar, tener privacidad y tener una caminata larga y agradable –y muy romántica, por cierto- para movernos en la ciudad.
Unos días después de instalados en la capital, nos fuimos a Punkaharju, para dar otra presentación en otra escuela y ver a Heikki (quien amablemente nos prestó el departamento de Helsinki). Tengo que decir que había sido advertida de la belleza natural de este país y sobre todo de esa región, pero ya estando ahí a ambos nos impresionaba conocer y reconocer los horizontes de los árboles más famosos de Finlandia abetos, pinos y los esplendorosos ocres otoñales de abedules reflejándose en los lagos que abundan en el territorio. Con ese escenario llegamos a la escuela donde todo se preparaba para la presentación que sería al otro día, mientras tanto, conocimos a la encantadora Maija, directora/madre de la escuela. y ya entrada la noche tomamos un famoso sauna en medio del bosque y, para mi sorpresa, completamos la tradición/experiencia finlandesa de salir corriendo del vapor hacia un rápido zambullido en el agua fría del lago. En Ita-karjalan Kansanopisto, una vez más, habíamos sido recibidos con muchas atenciones, pero la mejor parte fue al día siguiente, cuando después de terminada la presentación, los alumnos hicieron una retroalimentación muy especial, pero sobre todo cuando un joven refugiado afgano se para y conmovido agradece a Juan frente a todos, el contenido de su presentación. La emoción de sus palabras adquiría otra dimensión y daba fuerza y sentido al trabajo que Juan venía haciendo con los años y a quien descubrí profundamente conmovido por las palabras del chico.
Además de las presentaciones, parte elemental de este viaje era encontrarnos con viejos amigos y personalidades en la vida de Juan en Finlandia. Así pues, visitamos en Helsinki a Tuula y su esposo, Jorma y Piki y más tarde fuimos a Hameelinna para ver a Erkki, Tanja y su encantadora familia; Leena , antigua directora de Viittakivi y al famoso y peculiar Albert y su esposa Rakel. En cada una de las casas que nos recibió y cada una de las historias que fueron compartidas, fui armando una imagen cercana de la vida de Juan durante los años que vivió en Finlandia.
Con todo esto tuve la oportunidad de descubrir que, contrario a la primera imagen fría de los finlandeses, una vez que abren las puertas de su casa y de su corazón, son personas cálidas y leales. Asimismo, fui sorprendida por la estructura que tiene la educación en este país, el cual invierte en el conocimiento y desarrollo de herramientas para sus habitantes. Quedé encantada por sus bosques y escenarios naturales. Así también, esta cultura dejó fuerte impronta en la visión que ahora tengo por el arte y el diseño contemporáneo.
Todo lo vamos viviendo codo a codo, dos enamorados recorriendo el mundo con un proyecto: “Doce” y un sueño compartido: conocer nuestras historias personales mientras armamos una en común.
Dejábamos Escandinavia, una de las regiones más organizadas del mundo y en contraste, frente a nosotros palpitaba la cercanía de otro país y otra cultura en donde sería grabado el séptimo niño. Un país que Juan había ya visitado por varias ocasiones y que para mi había sido siempre un sueño. ¿Qué impresiones causaría para nosotros La India, uno de los países más diversos y contrastantes del planeta, pero sobre todo después de este viaje por Escandinavia? Eso, estábamos por descubrir.




My first bicycle trip


I take a borrowed bike, check out the route on the map, manage to get some food from the kitchen and say goodbye to Juan Carlos with the excitement of starting my first ever bicycle trip. The goal: Lund, a Swedish town where my friends Mariana and Roberto await me. The starting point: Helsingor, a town in north Sealand, Denmark where Juan Carlos was working. The motivation: to make a trip being myself my own engine, a personal adventure and the chance to change my relationship with my own body.

In practical terms, I had already being doing some workouts in the mornings, and running in the local park but no way to see myself on my bike alone, confronting a road of 120 kilometers span. On the other hand, Scandinavian infrastructure as far as cycling is concerned, was on my favor, as there are good and safe routes crossing the Swedish countryside which allows pedaling while one sees people walking their dogs, looking after their gardens, working the fields, hear the birds singing, the sea, the wind running through the trees. I definitely reflected that travel that way offers –as compare with cars that keep us encapsulated- a constant and often fascinating stimuli to the senses. It is worth going slower and in contact with the space that is currently crossed, while in the head, a review of memories and ideas are being connected with what I'm experiencing.

That's how my first pushing pedal through the Swedish countryside was. At first I have everything: the stimulus, excitement, strength, good weather, enough time and the wind pushing me from behind, but as I advance all that gets diminished: roads between towns become longer, kilometers heavier, time is running out, roads sometimes become more confused to follow. Sometimes I get lost and had to go through more mileage searching for my way. The legs get tired and I assume that by walking they would be little comforted, and then, to move on. Finally, when I arrive to the city I find my friends and I share a wonderful afternoon with them around an impressive town, where life revolves around the academy. The feeling of being there with them makes me forget the physical effort and keep walking, using the legs-my leading tool-without thinking about the return.

Next day, after a failed attempt to see the spectacle of the cathedral´s clock and having said bye to my friends, I head back to Helsingor. Once again calculated the same amount of time and follow the route already traveled; it would be easier for me, I thought. However, the road was certainly more difficult from the beginning, because not only had the wind against, making me put more effort, but it was colder and my body was much more tired by the energy expended the day before. Perhaps it was the lack of practice on these physical efforts, or maybe it was a bit of pride from the success of the first phase of the journey. What is certain is that the body, my engine, had reacted and a little after halfway, sugar came down and had to stop for a while, I took some chocolates that I had taken along, in case that that would happen. I got on the bike again, with little strength to keep going, I did so for a while until I was in the middle of the road and with little strength the idea of wanting to withdraw crossed my mind. It was very cold and the clothing and protection I brought begun to be inadequate. Now in the middle of the road had a mental breakdown. I was tired, annoyed, would no longer wish to continue and I burst into tears of despair. I had to take a break, and according to reality, act; because I had to do the same effort to go back to the last crossed village and catch the train or to keep going towards Helsingbor and take the ferry. I was there and had to pedal, it was all I had left over to do, still 10 kilometers to go and would have finished. It was not easy to calm down but that was when I realized that through the mind one can stretch the boundaries of the body. I needed something, anything that would give me the strength to complete the journey, and out of despair strength came out.

The rest of the distance I did it in a little over an hour. I rested a bit during the twenty minutes on the ferry. I got home, celebrated with Juan Carlos the achievement, I showered, ate dinner with a glass of wine and before going to bed I felt the satisfaction of having achieved a personal adventure/challenge. While I know that a trip like this is not at all a spectacular challenge -especially for those accustomed to physical exertion- is also true that through this trip, I was discovering and extending the boundaries of my own body through the power of the mind. I have had in the past some attempts to change this mental conditioning. I´ve always had a fascination of exploring the labyrinths of the human mind-far more than the physical ones- and is perhaps also why I was so much fascinated by this challenge which gave me the clear lesson of allowing me to see that in these times of extreme tendency to speed, convenience and minimal effort, we are becoming fewer people who use the bicycle and the body as an engine, and who do not push our limits towards a healthier lifestyle for mind, body and environment.