viernes, 27 de noviembre de 2009

The International People´s College, IPC.

Cuando conocí a Juan, sabía que trabajaba en una escuela internacional para adultos en Dinamarca, la cual definía como un “laboratorio humano” muy interesante. Después, ya estando en IPC tuve la oportunidad de participar en el COme 2gether, un curso internacional sobre calentamiento global en el cual Sasha, un integrante del mismo curso, definió esta escuela como “una burbuja; una isla dentro de una isla”. Con el paso del tiempo, ambas etiquetas comenzaron a adquirir mucho sentido y fuerza. Pero, en el afán de hacer una definición propia, tendría que decir que IPC es una experiencia de vida profunda e intensa en la formación de un yo individual y colectivo dentro de un contexto global.

Por su fundamento multicultural, cualquier persona que tenga la oportunidad de estar en IPC, tiene un encuentro sensorial y personal con un otro, alguien “lejano” ya que sus usos y costumbres se ven reflejados en diferentes colores, sabores, olores, texturas y sonidos. Otro lenguaje, otra realidad, otra forma de comer, de hablar, de ser, de estar en el mundo. Aquel que está a mi lado a la hora de la comida, aquel que vive en el cuarto de al lado, el que cocina, el que arregla la escuela, quien la limpia, quien enseña y administra; todos son/somos un otro colorido, diferente, único. Asimismo, cada quien a su forma, tiene la obligación/honor intrínseco de ser embajadores culturales de sus respectivos países, de comenzar un diálogo y de poner en la mesa lo bueno y lo malo de nuestro origen cultural, que es precisamente, lo que nos hace diferentes, en otras palabras, lo que nos separa. Al mismo tiempo, es posible que al hacerlo público y ofrecerlo para el crecimiento del grupo, tenemos la oportunidad de tomar lo que otros tienen por ofrecer, lo que fortalece el sentido de comunidad.
Del mismo modo, hay otro tipo de encuentro mucho mas íntimo y cercano –y a veces más rico y auténtico- cuando sin importar el origen de cual vengamos, descubrimos que aquel que tiene diferente color en la piel, estatura, estructura física y algunos hábitos; aquel que es hombre o mujer y que sin importar la edad, el grado académico, social y económico, tiene características similares a las propias y es ahí donde se descubre lo que nos une. Comprendemos así, que esa persona en frente de mi despierta profundos lazos de empatía cuando sufre, sueña, ama, ríe o llora, cuando tiene hambre, cansancio, desesperación o esperanza. Cuando cada quien deja de tener etiquetas/fronteras culturales y empiezan a crearse puentes universales, donde todos sentimos y vivimos un mundo en común, donde todos somos vida.
Así pues, diversidad y universalidad son los hilos conductores dialogando constantemente en un mismo espacio compartido por tiempo completo, aunado a una cantidad de actividades académicas y lúdicas que constantemente estimulan y confrontan. Al mismo tiempo, se adquieren o reafirman valores y herramientas de comprensión y entendimiento para las relaciones humanas en sus diferentes niveles.
Difícilmente puedo imaginar a una persona sin importar de donde sea o si sea maestro, alumno, staff –o incluso la esposa de un maestro-, quien no sea tocado (a) profundamente por el lado humano de la experiencia en IPC y por la oportunidad de poner rostros e historias personales en los trazos que delimitan un territorio en el mapa. En efecto, IPC es “una isla dentro de una isla” un lugar del que es difícil desprenderse y del cual siempre se tendrán recuerdos y brotaran honestas sonrisas.

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