lunes, 2 de noviembre de 2009

Seis más seis, doce. Uno más uno, dos.

¿Es posible no hacer personal una historia como la que hay detrás de Doce? Quizá sea mejor comenzar este blog con una amigable advertencia a quien lo lea, pues constantemente se encontrará con la versión íntima y por lo tanto personal de este proyecto.
Algunos quizá sepan que nos conocimos en Cholula, México; después de estarnos buscando en diferentes lugares y personas. Juan, un fotógrafo viajero, apasionado por ir descubriendo en el otro las diferentes facetas y colores del ser humano. Un hombre respetuoso con la naturaleza –en su más amplio sentido- y comprometido con sus pasiones. Yo, intensa humanista en construcción constante (un poco poeta, un poco filosofa, un poco artista y un poco ambientalista, aprendiz de todo- maestra de nada), amante del cine y directora de arte en cortometrajes independientes. La conexión fue casi inmediata, el resto, lo seguimos construyendo.
Juan dice que es mejor tener un proyecto que comprometa a uno en el desarrollo de los viajes, y así fue como paso a paso comenzó a construir la idea de “Doce”. El quería viajar alrededor del mundo, es decir, salir de México por el Atlántico y regresar por el Pacifico, dándole así una vuelta al mundo. A la par, empezaba a surgir cierta preocupación colectiva en torno al año 2012. Empezó a investigar y sin mucho trabajo empezó a encontrar en internet información que iba desde las más apocalípticas versiones hasta las más inverosímiles ideas de iluminación de la raza humana. Finalmente, después de buscar fuentes que legitimaran estas versiones encontró que los mayas lo único que hicieron fue crear un calendario cuyo ciclo máximo de 5125 años terminara en el 2012, punto. Y que astrónomos modernos nos dicen que ese año el planeta, el sol y el centro de la galaxia estarán en alineación, evento que sucede cada 25000 años mas o menos.
Todo esto lo llevo a reflexionar sobre nuestra situación actual y las fuertes crisis en todos los sectores, las imperfecciones evidentes de un sistema que no es sustentable y que irónicamente sigue fomentando la ambición constante. En definitiva los seres humanos necesitamos trascender nuestra condición actual, cambiar el paradigma. Entonces llego el juego con el número doce que es en sí mismo un personaje importante. La cantidad de países, idiomas y años. La edad de cambio y transición. La idea poco a poco empezó a acomodarse hasta que quedó como lo que es ahora: un proyecto documental con una parte grabada en formato digital y la otra, haciendo un fotomontaje con foto fija, lo que es el fuerte de Juan. Dejando que doce niños de doce diferentes países, dijeran lo que tendrían que decirnos o lo que tendríamos que escucharles.
Así pues, estructuró, calculó y comenzó su proyecto con seis niños, tomando como referencia primera, lo accesible del país en turno en cuanto a términos económicos y contactos. Comenzó con Kata de Hungría pues ahí conocía a Bea, una alumna suya en Dinamarca. Siguió Kristoffer de Dinamarca hijo de Jan, uno de sus mejores amigos daneses. Después vino Oumar de Senegal, posteriormente grabó a Sarah de España seguida de Farida una niña de Egipto, donde fue ayudado por María, una mujer alemana. Y finalmente Mariano, un niño indígena de Zinancantan, Chiapas, México.

Después de intentar asuntos burocráticos que se complicaban para entrar a Rusia, uno de los países en los que pretendía seguir el proyecto, decide regresar a México para ahí hacer esos tramites y visitar a su familia. Así, gracias a mi mejor amiga nos conocemos y comienzo a formar parte: me caso con él así como de este proyecto, que tomo a la mitad, donde era suyo y ahora comienza ser nuestro.
Así pues, el 29 de Julio de 2009, viajamos juntos de la Ciudad de México

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